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Pisar la acrópolis griega, ver sus monumentos, recorrer sus barrios o correr en el estadio olímpico

Una visita a la cuna de la civilización helena, con más de 3.000 años de historia, es un paseo por piedras con vida, por rocas sagradas como se denomina a la Acrópolis de Atenas, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1987. Situada en una meseta, contiene los monumentos más famosos de la Grecia clásica: el Partenón, el Erecteion, los Propileos y el templo de Atenea Niké.
 

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 Unas tres horas de vuelo separan Barcelona de Atenas. Desde el aeropuerto, un metro accesible nos lleva hasta el centro de la ciudad. Nuestra primera visita será a la Acrópolis. Desde la antigüedad se accedía a ella por una empinada cuesta hasta la entrada de la ciudad por la gran puerta monumental llamada Propileos, que da acceso a los edificios, entre los que destaca el Partenón. En la parte norte de esta zona es donde se encuentra el acceso para las personas de movilidad reducida. Es posible llegar a la acrópolis a través de un ascensor y elevador salvaescaleras que comenzaron a funcionar justo el día antes de la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de 2004. Desde entonces se puede deambular en silla de ruedas junto al Partenón o visitar el Museo Arqueológico Nacional.
Un sitio bonito para visitar es la plaza Sintagma, punto de encuentro de la ciudad, en la que se encuentra el Parlamento, y donde podemos asistir al cambio de la guardia, con soldados ataviados con curiosos uniformes tradicionales y fusiles de asalto, que suspenden en el aire sus piernas mientras caminan frente al otro soldado. Esta plaza está concurrida, tanto de día como de noche.

Cerca de allí está el Jardín Nacional al que accedemos por la puerta de Adriano y por el que podemos dar un paseo que nos lleva al templo de Zeus Olímpico, de más de 2.500 años de antigüedad. Este parque es uno de los lugares de Atenas con impresionantes vistas de la fortaleza de la Acrópolis. 

Y siguiendo nuestro recorrido, llegaremos al estadio Panatenaico, construido en el siglo XIX para dar lugar a las primeras olimpiadas de la era moderna. Podremos pasear por las pistas de atletismo o subir a las gradas construidas con mármol. También existen visitas guiadas con explicaciones en español.

Un barrio que podemos visitar es el de Plaka, con sus calles laberínticas bastante accesible para silla de ruedas, con tiendas de recuerdos y, cómo no, espectáculos nocturnos, en los que degustar comida típica (mousakka, dolmades o queso feta) y asistir a un espectáculo de baile y música tradicional acompañados por la balalaika. Igual podemos decir del barrio de Monastiraki, con su mercado similar a los zocos (herencia de la época dominación turca).

A 10 kilómetros y comunicado por metro o taxi, encontramos el puerto del Pireo.

Además del puerto, hay un barrio que merece la pena ver. Se trata de Microlímano, con terrazas que dan al mar y mantienen el encanto de los pescadores.

Un alto en el camino para tomar algo siempre viene bien. El Pireo es el punto de llegada de numerosos cruceros que recorren las islas griegas.

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